La curiosidad de los hombres, en su deseo de saber y conocer la esencia de las cosas, ha sido muchas veces el leitmotiv de los grandes descubrimientos e inventos que aquéllos han realizado a lo largo de los siglos. En otras ocasiones, como en el caso que nos ocupa, esta curiosidad se limitaba a la detenida observación de cualquier acontecimiento algo extraordinario que pudiera suceder, y de cuya existencia tenemos conocimiento debido al interés mostrado por sus observadores en dejar constancia escrita del mismo.
En Monturque, con una población cercana a los ochocientos habitantes, existían a finales del siglo XVII un total de cinco iglesias -las actuales parroquia de San Mateo y ermita del Santo Cristo, junto con la de Ntra. Señora. de la Cabeza, la de San Sebastián y la de Santa Ana- atendidas por el correspondiente personal eclesiástico. Además de los lógicos deberes espirituales, estos clérigos tenían entre otras obligaciones materiales la de confeccionar, cumplimentar y custodiar, de acuerdo con las disposiciones episcopales dictadas al respecto, los diferentes libros parroquiales donde se registraban las administraciones de los sacramentos del bautismo, confirmación, confesión y matrimonio a sus feligreses, los entierros de éstos, así como otros varios registros de diversa tipología y carácter, en su mayor parte económico. Por supuesto, que la fiabilidad que podemos otorgar a estas anotaciones depende en gran medida de la escrupulosidad que los sacerdotes encargados en cada momento mostraban en su cumplimiento, tanto por lo que respecta a la integridad de las mismas como al esmero puesto en su redacción; lo cual queda claramente constatado en el caso de nuestro pueblo, donde podemos afirmar que los curas de aquella época eran bastante curiosos en ese su trabajo.
Curioso dibujo que aparece en la cubierta posterior del Libro de inventarios de la Fábrica Parroquial y de sus Cofradías (1695-1810), del Archivo Parroquial de MonturqueAfortunadamente, y enlazando de esta manera con lo que exponíamos al principio, esta curiosidad no se limitó a la pulcritud de los registros comentados, sino que en ocasiones fue motivo para que, mediante notas marginales o intercaladas entre ellos, los clérigos plasmasen el devenir de diversos acontecimientos que llamaron su atención en determinados momentos del período mencionado. Sirvan como ejemplo las anotaciones correspondientes a tres sucesos acaecidos por estos lares durante los últimos meses de 1680, y que a continuación pasamos a comentar.
El primer episodio al que nos referimos ocurrió el miércoles día 18 de septiembre de ese año, cuando sobre nuestra villa descargó una fuerte tormenta acompañada de abundante pedrisco, la cual, muy posiblemente, ocasionaría graves perjuicios en la agricultura local, sobre todo en los cultivos del viñedo y del olivar, que aunque mucho menos extendidos por aquel entonces que los cereales, también ocupaban una importante superficie del término municipal. De ella se hace mención en los libros parroquiales indicando que "Este día hubo una tempestad y cayeron piedras como naranjas ordinarias". (1)
Mayor preocupación y sorpresa debió causar entre la población el fuerte terremoto que el 9 de octubre sacudió de forma extraordinaria toda la zona sur de la península Ibérica, ocasionando decenas de muertos y heridos en algunos lugares y considerables destrozos en numerosos edificios. Sus efectos se prolongaron durante unos dos minutos y su intensidad fue, según algunos autores, del grado IX en el epicentro, situado, al parecer, cerca de la ciudad de Málaga. La descripción que del mismo realizan los curas locales resulta muy elocuente y expresiva: "Este día a las seis y tres cuartos de la mañana tembló la tierra como nunca se ha visto ni oído después de la muerte de Ntro. Criador, pues duró con mucho estruendo por espacio de tres Credos rezados, con poca diferencia, sin hacer daño alguno a criatura en este lugar aún cayendo pedazos de edificios, ni en los lugares circunvecinos por noticias que se tuvieron" (2). Entre las edificaciones gravemente afectadas tenemos constancia de que se encontraban algunas tan importantes como la ermita de Nuestra Señora de la Cabeza, situada extramuros de la villa en el lugar hoy conocido como La Madre de Dios, así como las propias casas del pósito, cárcel pública y audiencia. Si esto ocurrió en construcciones de tanta relevancia, podemos imaginar lo que sucedería en gran parte de las viviendas de la localidad, donde los desperfectos debieron ser generales. También hemos podido comprobar la inexistencia de víctimas mortales entre la población a causa del seísmo, pues desde el día 7 de octubre de ese año no aparece reflejada en los libros parroquiales la celebración de ningún otro entierro durante dicho mes.
El tercer acontecimiento, cronológicamente hablando, al que hacíamos referencia tuvo lugar el sábado 21 de diciembre. Ese día, con el consiguiente asombro y sorpresa por parte de los lugareños, pudo observarse en el cielo la aparición de un cometa de gran tamaño, el cual se mantendría ya perfectamente visible desde nuestro pueblo hasta la primera semana del mes de febrero de 1681. De su presencia encontramos el siguiente testimonio: "Este día 21 de Diciembre se vio un cometa de tanta grandeza que con no vérsele la cabeza por tenerla oculta en el ocaso, llegaba con la cola hasta por cima de este lugar, al parecer era blanco y en forma de palma, y duró minorándose cada día, hasta el de siete de Febrero del año 1681" (3). Teniendo en cuenta las creencias propias de la época en relación con estos cuerpos celestes, donde el temor, el recelo y la superstición eran actitudes frecuentes ante su aparición, esta presencia tan prolongada de uno de ellos sobre el cielo de Monturque debió significar para muchos el presagio de la futura tragedia que se avecinaría sobre la población en el año siguiente, y de la que alguna vez hablaremos.
Nuestro reconocimiento pues, a estos curiosos curas monturqueños, gracias a los cuales hemos podido conocer y comentar los interesantes testimonios de los que en su día nos dejaron constancia.
NOTAS:
(1) ARCHIVO PARROQUIAL DE MONTURQUE, Libro de Obvenciones número 3 (01/01/1670 – 31/12/1696), anotación del 18 de septiembre de 1680, folio 285v.
(2) Ídem, Ídem, anotación del 9 de octubre de 1680, folio 286v.
(3) Ídem, Ídem, anotación marginal del 21 de diciembre de 1680, folio 290r.